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Il. Raquel Marín |
Si hubiera sido cierto que todo eso “animaba”no estaríamos en el siglo XXI preguntándonos dónde están los lectores, y las editoriales no nos abrumarían con miles de títulos cada año para ver cuál vende mucho por motivos que siempre desconocemos. En las estadísticas se habla de “otros lugares de ocio” que desplazan la lectura, como las pantallas. Pero nadie de los que hacen las estadísticas ha mirado qué se estaba haciendo con los libros y los adultos. Hasta que ha llegado Felipe Munita con su libro Yo, mediador(a) (Octaedro, 2021).
Rosa Blanca. Roberto Innocenti |
¿Quién conoce a Ylla en nuestro país? Ni siquiera en la monumental obra de Martin Parr y Gerry Badger dedicada a los fotolibros aparece una vez. Y no por falta de méritos porque Dos ositos sí que es un fotolibro donde las imágenes se alían con los textos para crear una secuencia narrativa.
Además, el libro rompió una tendencia que se daba desde los años treinta de libros infantiles de fotografía centrados únicamente en objetos cotidianos y dirigidos a pequeños urbanos como lo fueron los libros de Emmanuel Sougez (Regarde!, 1932), el precioso catálogo de Albert Renge-Patzsch (Die Welt is schön, 1928) o los conocidos primeros imaginarios de Edward Steichen en los años treinta. O ya, más cercano a la vida de Ylla, el de Paul Henning (Beautiful things around you, 1946). Ay, qué ganas me dan de pedir que se rescaten también algunos de estos fotolibros.
En nuestro trabajo como mediadores o promotores, o simples
intermediarios entre libros y destinatarios, leer a colegas es tanto o más
importante como tener ideas propias. Las ideas de los demás, sus experiencias y
reflexiones, alimentan las nuestras, las modifican, nos dan nuevas
perspectivas, nos sitúan en un mundo común. Todos somos autodidactas. Y por eso
me gusta leer y recomendar libros de teoría. Los cinco libros de los que hablo
aquí están lleno de ideas, los he subrayado, en algún caso he disentido y la
mayoría me han reafirmado en muchas cuestiones de las que se habla tanto hoy en
día.
He estado leyendo en las últimas semanas bastantes
informativos publicados durante este año y me resulta difícil no hacer una selección
y una pequeña nota de cada uno.
Voy con los títulos por editoriales.
El día 25 de mayo, después de dos meses de correos dubitativos sobre este viaje, varios formularios legales cumplimentados, después de hacer la prueba médica y de haber dicho que no podía vacunarme justo ese día, tomé un vuelo hacia Bolonia. El motivo: participar como jurado en los premios más importantes de la feria: Fiction, Non Fiction, Opera Prima y New Horizons.
Y así fue. Pero antes, sigo con Sandro. Es un cotilleo absoluto. Sandro, que tendrá unos 50 años, vive con su madre y lo único que tiene es su cochazo. Nos hizo tanta gracia la historia que el día que nos llevó a Yasmine y a mí a hacernos el pcr, le pedimos hacernos una foto con su coche. Desde entonces, Sandro nos miraba con otros ojos.
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Paisajes perdidos de la tierra, Aina Bestard |
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El niño que mordió a Picasso /Anthony Penrose |
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Dianimations |
Podemos urdir mitos comunes tales como la historia bíblica de la creación, los mitos del tiempo del sueño de los aborígenes australianos, y los mitos nacionalistas de los estados modernos. Dichos mitos confirieron a los sapiens la capacidad sin precedentes de cooperar flexiblemente en gran número. Las hormigas y las abejas también pueden trabajar juntas en gran número, pero lo hacen de una manera muy rígida y sólo con parientes muy cercanos. Los lobos y los chimpancés cooperan de manera mucho más flexible que las hormigas, pero solo pueden hacerlo con un pequeño número de individuos que conocen íntimamente. Los sapiens pueden cooperar de maneras extremadamente flexibles con un número incontable de extraños. Esta es la razón por la que los sapiens dominan el mundo, mientras que las hormigas se comen nuestras sobras y los chimpancés están encerrados en zoológicos y laboratorios de investigación.
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Henrique Wilson |