El 9 de febrero de 2019 falleció este gran artista y nos gustaría recordarlo como se merece. Somos muchos los que desde hace años disfrutamos de su trabajo y lo recomendamos. En el año 1993 publiqué un retrato en la revista CLIJ que me gustaría rescatar -con algunas actualizaciones-. Ungerer ha sido uno de los más singulares creadores. En lengua española apenas conocemos sus libros infantiles y no se sabe nada de su faceta como cartelista, activista político, erotómano y caricaturista. Todo esto está en sus libros y me gustaría volver a recordarle.

El único libro de los publicados
en España que llegó precedido por el escándalo fue Ningún beso para mamá, uno de los últimos que escribió para niños y
que le valió, en Estados Unidos, no sólo las airadas protestas de las
feministas y los educadores, sino también el Premio al Peor Libro publicado
para niños de ese año. Junto al premio vino también la prohibición de publicar su obra,
prohibición que estuvo vigente desde 1970 hasta bien entrada nuestra década.
Sobre el contenido del libro, el propio Ungerer escribió: “Era un escándalo mostrar a un niño sentado en la taza del WC. Así que
puedo decir que fui el primero en EE.UU. que hizo saltar los tabúes mostrando
gente que bebe alcohol, que fuma cigarrillos o que apesta a todo el mundo con
sus puros”.

Cuando Ungerer publicó este
libro, llevaba ya trece años viviendo en el país que le dio fama y dinero, pero
que le provocó un gran desencanto con respecto al sistema. Pero vayamos por
partes, pues una biografía tan digna de ser novelada como la suya no merece ser
escatimada.
Infancia singular
Tomi Ungerer nace el 28 de noviembre
de 1931 en Estrasburgo. Su apellido es ya conocido en toda Europa, pues su
padre, Theodore Ungerer, es un reputado fabricante de relojes astronómicos
entre los que se encontraba el de 
En 1939, Alsacia cae bajo el
dominio alemán. El francés y el alsaciano quedan prohibidos, su casa es
requisada, primero por los franceses y luego por los alemanes, que alojan a los
Ungerer en una fábrica cercana transformada en campo de prisioneros. De esta manera el pequeño Tomi descubre
pronto los cambios que la vida ofrece y la relatividad de determinados valores.
Relata cómo el primer oficial con cargo que se instaló allí fue a presentarle sus
saludos a la madre y, después de explicar las glorias del Reich le dijo,
señalando un castaño propiedad de la familia: “Ah, Frau Ungerer, ya verá usted, dentro de poco tendremos judíos
colgados en cada una de esas bonitas ramas “.
La nueva escuela, Oberschule
Mattías Grünewald, se rige por los principios del nacional-socialismo y, a
pesar de que Tomi tiene buenos recuerdos de aquella época, la confrontación de
la guerra, el profundo cambio social y la distorsión de valores que vive, marcan profundamente su personalidad.

La juventud
En 1945, la enseñanza del francés
es rehabilitada en las escuelas pero, después de cuatro años de dominación
alemana, de guerra y de desorden, es muy difícil para los jovenes alsacianos
readaptarse, y Tomi, educado siempre en el antiautoritarismo relata como su
madre, sorprendida por los alemanes hablando francés durante su prohibición,
les contestó, con mucha locuacidad:
“Señor Obergruppenfüher, yo continuaré hablando francés. Y, ¿ sabe por
qué?: porque, si después de la guerra ya nadie habla francés, ¿quién va a
gobernar Francia?” El oficial se levantó y respondió: “¡Por fin una auténtica hija
del Fúhrer! Querida señora Ungerer,
continúe tranquilamente hablando francés. Eso no molesta más que a los plebeyos
imbéciles”.
Tomi se resiste a esos cambios y,
mientras lee a Regnier, Maret, Renard, Verlaine, Prevert, Céline y Chamfort, en
el boletín de notas se le califica de perverso y subversivo. Decide entonces dejarlo todo y
tomar su macuto para pasar unas largas vacaciones. En autostop recorre
numerosos países durante dos años. En 1952 viaja por Europa, Laponia y parte de
la denominada Rusia ;
a su regreso, sin profesión y sin demasiadas oportunidades, se alista en la Armada y elige como destino
Argelia, pero no estará allí por mucho tiempo pues cae gravemente enfermo y, al
no soportar la disciplina militar, es desmovilizado. Vuelve a Estrasburgo,
donde ocupa la antigua casa familiar y se inscribe en la Escuela de Artes
Decorativas. Al cabo de un año es expulsado por indisciplinado. Empieza
entonces a ganarse la vida como escaparatista y dibujante publicitario.
La Aventura americana


En América vive, durante casi
trece años, su período más fértil, no sólo con los libros infantiles que aún
hoy son conocidos y cuya difusión le sorprende (“Cuando pienso que cada año hay cerca de dos mil libros nuevos de
imágenes y que los libros que hice hace treinta años, que me parecen
horriblemente ingenuos,se venden todavía…”), sino con la publicidad que le
valió numerosos premios y una gran exposición en Berlín bajo el auspicio de
Willy Brand.
Afán provocador
Pero no es una época llena de
momentos felices. Ungerer tiene numerosos enfrentamientos con grupos que no
admiten sus posturas tan provocadoras, sus libros llenos de imágenes
perturbadoras en los que la moral se presenta como algo relativo. Su producción
varía tanto de contenido y de ideas que no siempre encuentra editor: “Hay que comprender- dice excusando a los
editores- que no es fácil publicarme.
Cada libro es diferente: libro infantil, de sátira social, de erotismo, de
reportaje. Hay que tener mucho valor para publicar a un errático. Los lectores
compran un Simenon sabiendo que leerán Simenon, un album de Sempé porque adoran
Sempé. Mis libros son sin marca establecida y sin garantía”.
Sus libros, al igual que sus
inquietudes y proyectos, están repartidos entre los países cuyas lenguas
domina: Francia, Alemania y Estados Unidos.
En 1970 conoce en el metro a
quien un año más tarde sería su mujer, Yvonne. Con ella emprende una nueva
etapa en su vida y se marcha a Canadá a vivir en una granja de manera autónoma.
Las experiencias de los años que viven allí están contadas en el sugestivo
libro: Nos années de boucherie. “Yvonne y yo dejamos Nueva York en 1971 – relata al principio de
este libro – repugnados por la ciudad
donde nuestras existencias, lanzadas a una velocidad de autopista, habían sufrido una avería de esencia y salíamos pitando
por el primer atajo sin prever, incluso, lo inesperado”. El retorno a la vida en pleno
contacto con la naturaleza y los animales, que les permiten ser
autosuficientes, y junto a los
peculiares habitantes de un pueblecito cercano, miembros de una secta
protestante, con costumbres bastante antiguas y, con frecuencia, agresivos,
sorprende a esta pareja recién llegada de Nueva York. Una pareja especial, cierto, que
en poco tiempo organiza la vieja casa y se adapta, no sin humor, a ese ambiente
donde, según recuerda en ese libro, vivieron siete años con los fusiles
cargados y siempre a mano, “como en las
mejores aventuras del Oeste”.
El libro es una crónica llena de
lo que a Ungerer le gusta: lo absurdo, su inevitable propensión a lo mórbido, y
alergia a todo lo que es normal. Cuando tiene que instalarse en Canadá como
emigrante, lo primero que ha de hacer es inscribirse en las autoridades locales
y consignar su profesión, pero ni autor, ni ilustrador ni artista gráfico,
figuraban en aquel entonces en el registro que consignaba las nomenclaturas de
las profesiones. “Fui, pues, inscrito
como empresario”, y añade con esa ironía que le caracteriza: “empresario de pompas fúnebres habría sido
más de mi gusto”.
Creador inclasificable
Durante esa época, su editor,
Daniel Keel, mantiene un estrecho contacto con él y organiza numerosas
exposiciones. Ungerer, con el aislamiento y tranquilidad que le permite su
nueva situación, está concentrado en hacer un libro que recopile todas las
canciones de su niñez: Das Groβe
Liederbuch, que publica en 1975 con gran éxito. Ese mismo año el museo de
Estrasburgo consagra a su obra una gran exposición con
Este creador que huye de las
clasificaciones y que sólo trabaja por afinidad personal no tiene ningún reparo
en dejar plantado a un periodista “que no
entiende nada”, a un equipo de televisión porque hay alguien demasiado
autoritario, o en rechazar una interesante campaña de publicidad por no tener
afinidad con la persona que se lo propone. Su obra para adultos está llena de
referencias eróticas, con las que se libera de su estricta educación
protestante, y de crítica a la actual sociedad de consumo y de doble moral. Esta época industrializada donde los hombres de letras parecen haber desaparecido
y en la que la gente “puede compararse de
alguna manera a un bote de conservas. Y eso equivale, en definitiva, a la
sociedad comunista donde cada individuo no es más que un número”.
Después de estos siete años en
Canadá, elige una nueva residencia junto a su mujer y sus tres hijos en
Irlanda, donde permanece hasta la
fecha. Ya no escribe libros infantiles y muy pocos para
adultos, dona muchísimo material gráfico a Estrasburgo – donde hay un museo
dedicado a su obra -, y su editor, de vez en cuando, ordena sus papeles y se
anima a clasificar algunos de ellos para hacer algo especial, como cuando le
pidió a Janosch textos para uno de ellos. La principal labor de Ungerer se
centra en colaborar con grupos de ex drogadictos y niños enfermos, para los que
recauda dinero sin abandonar un ápice su ironía y buen humor. Así, afirmando
que el Arte no es más que el fruto de la casualidad, cuenta en una entrevista
televisiva cómo, aprovechándose de su popularidad, se burló de los críticos de
Arte, de su consumo y, sobre todo, de las galerías, a las que considera unas
timadoras, haciendo una exposición con objetos rotos sin ninguna intención
artística, que se vendieron rápidamente y cuyos beneficios fueron para uno
estos colectivos.
Libros sin edad
Su afición a crear objetos con
restos la traslada al papel para crear libros sin edad como Clic-clac, un curioso entretenimiento que transforma recortes de prensa con imágenes de
objetos en nuevos elementos con cualidades que antes no poseían: el cabello de
una mujer es una ola, la máquina de escribir, de dentadura de un rinoceronte; o
unos anteojos, los pantalones cortos de un entusiasta explorador.Aunque tuvo hijos, enseguida dejó de escribir para ese público. Tal vez por eso considera que su obra se dirige tanto a pequeños como a grandes, defendiendo de paso la lectura compartida y en voz alta como el antídoto perfecto de la televisión.
“Diría que hay dos cosas importantes a desarrollar en un niño: la
fantasía y el sentido práctico. Sin embargo, la televisión no hace ni lo uno ni
lo otro. La televisión y el cómic dan la fantasía terminada y hecha. La
sucesión de las imágenes es tan corta que no desarrolla ninguna fantasía más en
el espíritu del niño, mientras que un libro, entre página y página, se puede
imaginar ya todo un mundo”.
Actualmente, lo que más le gusta
es escribir, aunque lamenta no ser más publicado. Los dibujos – sobre todo los
que él hace – le producen alergia: nunca acaban de corregirse y declara que no
es un buen artista. Pero los que hemos tenido la oportunidad de conocer su
trabajo, sabemos que no sólo es un artista sino que, tanto su arte como su
vida, destilan la mayor de sus aficiones: provocar. Cualquier cadena de televisión o
revista que le proponga una entrevista ya puede estar preparada para todo, en
caso de que acepte. Como cuando la televisión alemana, después de haber editado
el cuento de Heidi, le preguntó cuál habia sido el mayor problema con el que se
había encontrado y respondió: “Saber si ella llevaba braguitas debajo de su vestidito de nada”. El año pasado, con motivo de su 80 aniversario, se realizó un documental sobre su vida y obra que queremos recomendar: Far our isn´t far enough.
Irónico y mordaz, lo que más le
gusta a Ungerer es sentirse inclasificable. El mismo dice: “Soy una
maleta sin viajero”. Ah, cómo nos gustaría tener ahora más ilustradores como Ungerer, de verdad.(Para los que quieran conocer la obra para adultos de Ungerer, recomendamos explorar en su página web, la bibliografía específica y rastrear por la red, tanto imágenes como libros. Su Fornicon es una joya de la ironía, así como The Joy of frogs. )
También te puede interesar la reseña del último álbum publicado por Ungerer, El hombre niebla (Lóguez)
Fantástico el post Ana, como siempre. Muchas gracias.
ResponderEliminarUn abrazo
Enhorabuena. Una post excelente. Me gusta mucho leer tu blog porque siempre aprendo cosas nuevas. Ahora a investigar más sobre Ungerer.
ResponderEliminarFantástico Ana, he aprendido muchas cosas sobre Ungerer, lo exploraré con los niños este curso y te cuento.
ResponderEliminarQué interesante, ¡gracias!
ResponderEliminarHace poco tuve noticia de que un director alemán ha adaptado un cuento de Ungerer para una película de animación: Moon man.
Por si interesa, hay más información sobre la misma aquí: http://festivalcinesevilla.eu/es/secciones/europa-junior/moon-man
Acabo de descubrir tu blog y me parece superinteresante.
ResponderEliminarTe sigo la pista.
Un abrazo.
Vi en tv un reportaje de este inclasificable personaje como usted bien lo denomina, donde a mi con poco bagaje en arte me permitió descubrir a un ser con una creatividad, genio, sagacidad, humor, resistenciay amor a la vida y grupos minoritarios admirable. Gracias por ilustrarme más sobre él.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! En verdad es un tipo especial, ¡pero no sé si me hubiera ido un día a cenar con él! :-)
ResponderEliminarUn saludo
Me has hecho recordar, mi hija trajo del cole el cuento de Ningún beso para mamá, lo leimos juntas, no podía creer lo que decía, provocador desde luego. Interesante Ungerer, me veré el documental y buscaré el libro en la biblioteca. Gracias por tu artículo.
ResponderEliminarlo bonito de los blogs es que uno se tropieza con sus textos, hasta años después, y se disfrutan igual...
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