Podría
afirmarse que casi no hay ninguna pregunta que no se le haya hecho ya a Peter
Härtling; por eso, cuando nos anunció con una sonrisa en los labios y
recordándonos los buenos lectores que
tiene en España, que aceptaba nuestra propuesta, la duda surgió inmediatamente:
¿cuál va a ser el criterio para seleccionar las preguntas?
No
había publicado ningún libro recientemente ni tampoco había recibido un premio,
de manera que cualquiera de estos eventos que permiten repasar la obra y figura
de un escritor o escritora quedaban al margen.
Revisando
lo que se ha escrito sobre él y las entrevistas que se le han hecho, pudimos
comprobar cómo este hombre entrado en años y con una envidiable vitalidad había
respondido pacientemente a las repetidas preguntas que una y otra vez le
formulaban estudiosos – y no tanto – que deseaban mostrar a su público este
escritor.
Así
que, sin pretender aburrirle o más bien obligarle a relatar, como si fuera la
primera vez, preguntas harto contestadas, nos planteamos una charla sobre la
literatura infantil en general, con algunas referencias a su obra.
El
entorno no pudo ser mejor: el hermoso jardín de su casa una tarde de julio, en
su despacho – atestado de libros y papeles, claro está – y con la alegría que
no sólo en Alemania brinda un día soleado.
Iniciamos
nuestra charla con una pregunta obligada (cuya respuesta conocíamos de antemano).
¿Qué determinó que
usted escribiera para niños?
Los
libros que mis hijos leían cuando tenían 7 u 8 años y que, por curiosidad, leí.
Nunca había pensado en escribir para niños, eso estaba muy lejos de mí, pero
había unos libros que me daban mucha rabia: todos esos libros que tienen lugar
en internados, esos libros de niñas donde los caballos siempre tienen el papel
más importante. Me enojaba el desprecio con el que eran tratados los niños,
incluso lingüísticamente. Así que al final me dije: hazlo tú mismo.
Entonces
pasó algo que hasta hoy no he podido olvidar: cuando empecé a escribir un
cuento pensé que no podía hacerlo, y ésa fue mi primera derrota, así que me
ocupé de la literatura infantil de una manera más amplia, es decir, escribiendo
sobre ella. Un escritor que antes no tenía nada que ver con libros infantiles,
de repente aparece como crítico en la prensa. Un hombre, que ahora es uno de
amigos íntimos, Hans-Joachim Gelbert me dijo: “¿Por qué no escribe libros
infantiles?” Yo le dije que no sabía hacerlo y él se sorprendió, lo encontró
muy curioso y me invitó al acto de la entrega de un premio de literatura
juvenil en el año 69, donde hice una ponencia. Y esto fue el comienzo.
Empecé
a tener ideas y me di cuenta de mis limitaciones. Caí en la cuenta de que en
las conversaciones con mis hijos nunca había puesto atención a su lenguaje,
nunca había percibido su perspectiva, nunca había hablado seriamente con ellos
sobre sus problemas. Entonces ocurrió lo siguiente: es una historia muy graciosa.
Yo estaba sentado allí (señala su despacho) y estaba tratando de escribir esa
ponencia y me propuse como tema “La realidad de los niños”. Entonces comprendí
que tenía mucho que aprender y, en ese momento vino mi hijo mayor, que por
aquel entonces tenía 7 años y me preguntó: “¿ Por qué estás regañándote?”. Y le
dije: “Bueno, sabes que tengo que escribir libros para niños y no se me ocurre
nada”. Y cuando tuve a ese niño delante de mí le dije: “Bueno, cuéntame lo que
has hecho hoy”. Y él empezó a contar y no se daba cuenta de que yo apuntaba
todo; vinieron sus hermanos menores y también querían contar. Esos textos no
los manipulé; los dejé, se los leí a los niños para corregirlos y después dije:
“Yo también quiero corregir”, surgiendo de esa manera mi primer libro: El día a día de los niños.
¿Cuál fue, de niño,
su primer contacto con la literatura?
Mi
primer contacto fue muy desordenado. Empecé muy temprano a leer. Con 9 años
leía libros no sólo para niños, como por ejemplo Leder-Strumpf (algo asi
como “Medias de cuero”), sino libros de
la biblioteca de mis padres. Iba con mi madre a la biblioteca municipal, donde
tomaba libros prestados y leía a Eichendorff. Me acuerdo que leí Nora, de
Ibsen, una obra de teatro de la que no entendí nada, pero con la cual yo me
sentía muy entusiasmado. La literatura infantil como tal no la he leído nunca.
¿Cómo surgen los
temas sobre los que va a escribir?
A
veces surgen al estar ocupado en las novelas que escribo y que, más tarde he
modificado. Escribí una novela que se titula Una mujer, y ese tema para mí siguió estando vivo, tan real, que lo
continué en un libro infantil. Para mí los temas no son temas para niños, sino
que depende de cómo los trato. Ésta es la cuestión.
En
cuanto al cómo, hay una diferencia esencial que convierte a la literatura
infantil en cautivadora desde el punto de vista del lenguaje.
Los
niños siempre experimentan comienzos, para ellos todo es nuevo, algo único. El
primer encuentro sentimental, el primer amor, la primera primavera, ir por
primera vez al agua, estar por primera vez en tren o ir en coche. Todo es
nuevo, mientras nosotros podemos comparar: algo ha sido mejor o peor. Esto,
para mí, tiene algo que ver con la creación del mundo. Y es muy serio.
¿Hay algún tema
sobre el que le gustaría escribir y no lo hace?
Bueno,
no. Hay temas que son más difíciles cuando se escribe para niños, pero no hay
ninguno sobre el que no se pueda escribir. El odio, el amor, la muerte, la
violencia… depende del cómo, porque los niños no pueden comparar.
¿Lee literatura
infantil? ¿Qué autores le interesan? ¿Hay alguno que no le guste?
Sí,
hay algunos que me gustan mucho. Empecé a conocerlos relativamente tarde porque
comencé a escribir para niños en el 69 y antes no me interesaba la literatura
infantil. Más tarde conocí a algunos autores que me parecen buenos, y con los
que mantengo amistad. Sobre todo, con Christine Nöstlinger, a quien estimo
mucho; Klaus Kordon, que es muy bueno; y hay otros, como Hans Mans, que juega
con el lenguaje y me gusta mucho…; hay un montón: Astrid Lindgren… su hija ha
traducido mis libros al sueco…
También
hay muchos que no me gustan, pero prefiero no dar nombres. No me gustan los
escritores de serie que, simplemente, como la gente de la moda, inventa una
figura y la mantiene en veinte libros.
¿Qué
acontecimientos de su infancia le han influido en la literatura que hace para
niños?
Eso
me lo preguntan mucho los niños. (Hace una larga pausa, como si recordar eso
siempre fuera algo para lo que necesita un esfuerzo especial.) Bien, perdí a mis padres con 12 años y viví la guerra muy
mal. Crecí con mi abuela y eso fue una gran experiencia. Hay un libro titulado Muletas, donde cuento mis experiencias
infantiles después de la guerra.
En ocasiones, en
sus libros, hay un extraño que llega y cambia algunas cosas allí donde se
instala. ¿Cree que la literatura infantil, mediante libros que dan esos
ejemplos, puede ayudar a los niños a evitar determinados problemas, como la
triste realidad del racismo en Europa?
Yo
no sé si los libros pueden influir tan profundamente en los colectivos. Individualmente,
sí. Al menos ésa es mi esperanza. Como niños, no solamente son influenciables,
sino que tienen una fantasía que todavía no tiene protección y por eso se puede
hacer algo. Pero lo que influye no es que yo escriba sobre el racismo, sino sobre qué significa sentirse
extraño. En Ben quiere a Anna, el
hecho de que Anna sea extraña, por sí misma, me parece muy importante. Y esto
entra en las cabezas de los niños. No se deben escribir parolen* hay que
narrar. Si yo escribiera parolen* sería aburrido. Anna es un personaje sobre el
que los niños reflexionan mucho: ¿por qué es extraña?, ¿por qué viene de Polonia?
En sus libros, el
compromiso ante la sociedad es claro, ¿opina que la literatura tiene un fin
social?
La
literatura puede ser de todo: fantástica, activista y, en cierta medida, puede
ser realista.
Realismo
para mí es, en el fondo, cómo se relacionan las personas: muchas veces mal, y
narrar esto no tiene nada que ver con una crítica a la sociedad. Ante todo debe
ser literatura.
En alguna ocasión
los críticos de literatura infantil y muchos adultos opinan que los niños leen
demasiada literatura de compromiso y que se les escatima literatura de humor,
fantasía y ludismo. ¿Qué opina sobre ello?
Ésa
es una opinión absolutamente errónea. El número de libros de compromiso para
niños es, en comparación con la literatura de entretenimiento, de uno a diez.
Esto no tiene ningún sentido señalarlo. Seguramente esta opinión tiene una base
en el hecho de que se habla más y se trata más de la literatura infantil seria,
pero ocurre igual en la literatura para adultos: la de entretenimiento, que es
la que la mayoría lee, en las conversaciones no desempeña ningún papel, sino
que es simplemente forraje.
Y
ese forraje lo comen los niños con mucho entusiasmo (risas).
De las primeras
historias que escribe para niños – El día
a día de los niños -, donde emplea la primera persona, pasa a un narrador
en tercera persona. ¿Por qué este cambio, que sólo en La abuela parece conservar, con el monólogo que mantiene la protagonista?
Esto
es una consideración cierta. Tiene algo que ver con la profesionalidad. Los
niños leen identificándose con uno de los personajes. Es inmensamente
importante que durante la narración se mantenga una perspectiva. A los niños no
les gusta que les miren desde arriba. En La abuela hay dos perspectivas: la de
Karli y la de la abuela. Esto no lo hago
normalmente. Trato de ver el mundo desde la perspectiva de los niños: así puedo
describirlos como víctimas, cuando son traicionados por los adultos, olvidados,
abandonados en el camino.
¿Por qué ha
introducido la voz de un adulto en La
abuela?
Había
una razón especial. Cuando abordé La
abuela, primero escribí todo desde la perspectiva de Karli y, cuando
terminé, me di cuenta de que la visión de ese niño no permitía acercarse a la
realidad de la mujer vieja, a todo lo que hacía.
Tenía
que poner algo del otro lado y me dije: bueno, vas a hacerlo a través de
monólogos.
Las cartas de sus
lectores parecen ser algo importante para usted. ¿Por qué esa necesidad de
conectar con ellos?
Recibo
montones de cartas. (Se levanta y va al despacho para mostrarnos un cajón lleno
de papeles. “Éstas son las de las dos últimas semanas”, dice sonriendo.)
Significan mucho para mí. Y es muy distinto de las novelas para adultos. Los
niños reaccionan porque todavía no tienen referencias y reaccionan muy rápido,
heridos, más curiosos que los adultos. Y eso significa, cuando les respondo,
que puedo completar el cuento, hacer algo. Respecto a Ben quiere a Anna, muchas chicas turcas dicen que está mal que Anna y
Ben naden desnudos y entonces les respondo: “Yo os comprendo; en vuestra
cultura, tal y como vosotras vivís, eso no es posible, pero sí en la mía. Y,
además, me encanta” (risas).
Esa
posibilidad de hablar de verdad sobre cultura sin que haya heridas, sin
abstracciones, desde luego la aprovecho ( más risas ).
¿Cuál es su mayor
preocupación, como escritor, frente al lector?
Sólo
hay una: que los lectores se conviertan en analfabetos. Hace cuarenta años que
escribo y no son ni memos ni más.
Sus libros en
España mantienen las ilustraciones originales, algo que no es demasiado frecuente.
¿Es una imposición suya, del editor? ¿Qué opina sobre las ilustraciones?.
No
todos. (Y va a buscar una edición catalana para mostrarlo, pero resultan las
mismas que en la castellana.) Es decisión del editor español. Tengo muchas
dificultades con las ilustraciones en general, porque marcan y a mí me gusta
más cuando los niños tienen que crear sus propias imágenes.
¿Qué diferencias
observa entre los adultos y los niños cuando dan su opinión?
Son
muy diferentes. Los niños, cuando dan su opinión, son totalmente inocentes
siempre y cuando los adultos no los dirijan. Son siempre muy críticos y
muestran su rabia cuando leen los finales abiertos, que escribo
intencionadamente.
¿Cómo se siente un
escritor de literatura para adultos cuando escribe para niños? ¿Son dos roles?
Después
de escribir El día a día de los niños
me di cuenta de que el problema de los temas era el mismo. Lo único que varía
es el proceso. Normalmente mi literatura, mi lenguaje, no es para niños y
cuando escribo una novela puedo ser abstracto, pero para los niños tengo que
precisar más el lenguaje, todo tiene que estar claro.
¿Qué escribe ahora?

Es
la historia de un divorcio en el que Lena y su pequeño hermano no pueden
entender esto. Se preguntan qué pasa y no quieren ser influenciados.
(Y
tomando un lápiz nos dibuja una gran margarita – “De vuelta”, dice,
agradeciendo las que le hemos llevado – y nos la dedica. Y ya, despidiéndonos
casi, nos cuenta que le gustaría volver a escribir sobre la guerra; sólo lo
hizo en Muletas y quiere que los niños
tengan las mismas emociones que tuvo él, y que el sufrimiento de una guerra no
sea ignorado por las jóvenes generaciones.)
Notas
*
Parolen, en alemán, son los lemas que la gente grita en las manifestaciones.
PETER HÄRTLING
Peter
Härtling nace el 13 de noviembre de 1933 en Chemnitz: es el primero de dos
chicos. Su padre es el abogado Rudolf Härtling (1906-1945) y su madre Erika
Hantzschel (1911-1946). Cuando Härtling tiene 10 años su padre es reclutado por
el Ejército apenas un año después de haber instalado un bufete en Olmütz-Mähen.
La
familia huye en 1945 hacia el oeste de Austria y el padre muere en un campo de
prisioneros. Un año más tarde se trasladan a Nürtingen donde viven con
estrecheces. Ese año la madre se suicida, y Peter va a vivir con su abuela y su
tía, donde estudia, sin terminar, el equivalente al Bachillerato español,
debido a problemas políticos con sus maestros. La pasión por la literatura se
convierte en una vía de escape.
Sus
primeras experiencias laborales transcurren en una fábrica, que abandona al
poco tiempo, y comienza su labor como periodista para periódicos locales.
En
1953, publica su primer libro de poemas y dos años más tarde es redactor
literario del Deutsche Zeitung hasta 1962. En este tiempo contrae matrimonio
con Mechthild Mayer y publica obras como Unter den Brunnen, Gedichte – inédita
en España – y Niembsch oder der Stillstand – ídem -, por la que obtiene varios
premios en Alemania y Francia.
Después
de una época de intensas colaboraciones en prensa, trabaja como lector y, más
tarde como gerente, en la editorial Fischer hasta 1973, cuando decide dedicarse
en exclusiva a la literatura.
Es
en este período cuando inicia su contacto con la literatura infantil,
decepcionado por los libros que sus hijos leían cada noche. Intenta escribir algo
para ellos, pero su esfuerzo es en vano, y escribe en prensa críticas y
reflexiones sobre la literatura y la infancia. De esta manera, el editor de
Beltz & Gelberg le propone una conferencia con motivo del Deutscher
Jungendbuchpreis. Y es en esta reunión, más bien seria, como relataría más
tarde su editor, donde Härtling habla de su posición frente a los libros y los
niños, iniciando de esta manera, la nueva corriente de literatura realista.
Dijo Härtling en aquella ocasión:
“Estoy
a favor de una realidad traducible que pueda abarcarlo todo. Juego, vida y
también muerte. Hogar y guerra, bondad y crueldad. Pueden darse héroes, de
acuerdo, pero no deben arruinar la realidad con su obcecación. Tienen que
quedarse en ella. Hay que aclararles a los niños qué es la historia, qué era
antes, y en qué es diferente hoy. Hay que enseñar a los niños lo que significa
el recuerdo. Hay que hacer todo esto textualmente. Entonces ellos comprenden
qué es lenguaje.”
Escribe
entonces su primer libro para niños: El
día a día de los niños. La discreta acogida de la obra por parte del
público no desanimó al escritor que, dos años después, y superados los
desconciertos iniciales de escribir para niños, publica ¿Qué fue del Girbel?, el relato de un niño minusválido, sin familia
y con problemas de adaptación; libro proscrito durante algún tiempo de los
escaparates de las librerías por mostrar en la portada a niños desnudos
lavándose. A pesar de la ola de antiautoritarismo que se vivía en Alemania en
esas fechas, el libro pasa desapercibido, Härtling sigue trabajando. Publica la
novela para adultos Eine Frau y ésta
le inspira un personaje de su siguiente cuento infantil. Le escribe a su editor
en 1974:
“Y
podemos hablar después de Semana Santa de un nuevo libro infantil. Hablamos en
la última feria y se preguntaba usted si no se debería alguna vez escribir
sobre niños y personas mayores. Este tema mantiene mi atención. En simples
esbozos, tengo preparada en la cabeza una historia. Es, en muchos aspectos, un
motivo básico de nuestro tiempo, abuelas que tienen que reemplazar a las
madres… “
En
1975 se publica La abuela, -la
historia de un niño que debido a la muerte de sus padres tiene que ir a vivir
con su abuela, con los consiguientes problemas de adaptación de ambos- después
de un intenso debate entre editor y escritor sobre la suerte que debía correr
la abuela: morir o recobrar la salud. Sensibilizado por la reacción de tristeza
que El Girbel provoca en los niños –“lloran leyendo al Girbel”, escribió al
editor – decide darles a ellos la última palabra y, en un acto habitual ya en
él, lee en voz alta la historia y después pregunta. La respuesta es clara: la
abuela supera su crisis.
El
libro recibe el Deutscher Jungendbuchpreis en 1976.
Un
cuento sobre las constantes escapadas de un chico, publicado en una
recopilación anual y titulado Largarse de
casa, le anticipa el nuevo libro Theo
se larga. Pero como Härtling no está dedicado en exclusiva a la narrativa
para niños, ésta surge en su cabeza pero se desarrolla lentamente al amparo de
obras de mayor envergadura como Hölderlin,
definida en España como “una deliciosa antinovela histórica para niños de 10 a
90”.6 No sólo esta novela le restaba tiempo, sino también la expectativa de sus
lectores y críticos después del premio.
Theo se larga le obliga de nuevo a defender la
posición de sus libros, el realismo que a veces no gusta mucho o no es
entendido.
“Como
escribo para un público infantil de unos 10 o 12 años y, por definirlo de algún
modo, no quiero hacerme pequeño ni obligado a ponerme a su altura, cuando
escribo me veo, me siento continuamente obligado a vigilar que mi literatura no
se empequeñezca, es decir, a mantener las pretensiones estéticas por encima de
todo. La estética, el tono y el mensaje de esta literatura deben estar al nivel
de mis otros libros. Temo sinceramente que yo no pueda escribir como escribiría
un maestro (risas). Por el contrario, lo que yo busco con mi literatura
infantil o juvenil, y precisamente Hölderlin llamaba a eso bocetos, aunque
también se les podría llamar ejemplos, es en cualquier caso eso mismo, ejemplos
de vida, bocetos de vida.”
En
1979 publicará una historia nueva que marcará su trayectoria como escritor: Ben quiere a Anna, la historia de un
amor, pero también de un encuentro entre dos personas de culturas diferentes y
su forma de actuar. A
través de los cientos de cartas que recibe, el escritor descubre que los niños
valoran lo mismo que él: la importancia de una amistad, el extraño que debe
adaptarse, el desencuentro, la despedida….
Las
cartas que le escriben sus lectores son para él lo más importante. Hace algunos
años donó al Institut für Jungendbuchforschung de la Universidad de Francfort
cerca de 50.000 cartas, donde queda constancia de lo serio que es para él su
público. Sobre él dice que a partir de los 13 años los niños y niñas pierden
espontaneidad, y mientras sugiere que quizás es la escuela la causante de ello,
comenta con humor la manera en que a veces encuentra complicidad en ellos, como
cuando no comentan nada en sus cartas sobre esos niños tan reales que pinta,
que nunca ven la televisión, algo que él omite deliberadamente porque no le
gusta nada.
Con
Muletas, el escritor retorna de nuevo
a su infancia, a la tristeza de la posguerra en la que se mezclan muchos
sentimientos contradictorios. Cuando era niño creció con el régimen de los
nazis y había una formación, una educación que él recuerda con agrado y de la
que resultaba muy difícil liberarse. Entonces era un entusiasta de esa
literatura. Dice que es como un veneno: entra en la cabeza y no se puede hacer
nada para liberarse del influjo.
Jakob detrás de la
puerta azul, Fraenze o Lena en el
tejado, dejan bien patente su actitud crítica con la sociedad y de apoyo al
niño, intentando abrir sus ojos al mundo y ayudarle en esos primeros
encuentros, tal y como a él le gusta llamarlos.
A
pesar de estar muy extendida en Alemania la corriente antiautoritaria, él no
tiene una opinión muy positiva de ella, pues considera que a ningún niño le
sirve estar educado exclusivamente en un sentido antiautoritario. “El niño en
su vida va a encontrarse con un montón de gente que le va a poner límites.”8 Y
pone como ejemplo la generación del 68, que educó a sus hijos así; la siguiente
también y los hijos de estos últimos son más autoritarios.
Y
el público parece estar de acuerdo con él, a juzgar por el éxito de sus obras,
traducidas al árabe, español, francés, inglés, japonés, sueco…. entre otras. Saberse
tan leído, sin embargo, no afecta a su escritura e incluso bromea con el tema,
como cuando se le pide un truco secreto para todos aquellos que – en palabras
de su entrevistador-9 “tienen la tentación de empezar a hacerlo para niños,
quizá porque parece que con 30 o 50 folios ya han hecho una historia”. Y dice
el escritor con malicia:
“Existe
efectivamente un truco secreto, pero es cruel, particularmente si intentaran
emplearlo escritores jóvenes. Deberían esperar a ser mayores antes de ponerse a
escribir libros para niños. Soy de la opinión de que existe una fase entre la
juventud y el llegar a adulto durante la cual se tiene una comprensión en
exceso afectiva de la infancia y, por lo tanto, difícilmente se puede escribir
sobre y para ella”
Desde
que dejó otras actividades para dedicarse a escribir, su vida profesional se
mueve en dos ámbitos: las conferencias, charlas, encuentros, las lecturas en
voz alta – una práctica muy generalizada en Alemania no sólo para niños, sino
también para adultos – y sus libros.
Cuando
está preparando un nuevo libro no concede entrevistas. La siguiente
conversación tuvo lugar en su agradable despacho, un pequeño anexo a la casa
con bastantes ventanas – un invernadero donde se cultiva la hoja impresa – que
da al jardín.
De
8.30 a 2 toma su vieja máquina de escribir y teclea sin parar lo que será el
futuro texto. Hace una pausa para comer con su mujer, y después vuelve a la
escritura o se ocupa del correo.
Reconoce
que su proceso de escritura en un poco extraño; una vez está el texto escrito
con la máquina lo repasa a mano reflexionando todo. Luego lo dicta a una cinta,
paso que para él es muy importante, pues escucha lo que ha escrito (quiere que
pueda ser leído en voz alta); alguien lo copia y, finalmente, lo corrige de
nuevo.
A
pesar de estar inmerso en la escritura de su libro, todavía tiene tiempo para
leer – dice que entre 50 y 80 libros al año -, disfrutar de su tiempo libre con
su familia y amigos, nadar e ir de vacaciones.
Notas
Gelbert, H. J.: Peter Härtling como autor de libros infantiles. Un informe del
taller literario, en Libro de materiales de Peter Härtling, Darmstadt Elisabeth
& Rolf Hackenbracht, 1979. (De una
traducción de Cristina Rodríguez cedida gentilmente por la editorial Alfaguara)
García Sánchez, J.:Hölderlin vence al tiempo. Entrevista con Peter Härtling,
Quimera, 59, 1987.
Dilidüzgün, S.: Gespräch mit Peter Härtling (27-XI-.1991), Dyalog, Ankara,
julio 1992
Bibliografía
Jakob
detrás de la puerta azul, Madrid: Alfaguara, 1985
¿Qué
fue del Girbel? Salamanca: Lóguez, 1987
Theo
se larga, Barcelona: Salvat, 1987, Madrid: Alfaguara, 1992
Éste
era Girbel, Vigo: Galaxia, 1990
Fraenze,
Madrid: Siruela, 1991
Cuentos
de la guerra y otros relatos, Madrid: Alfaguara, 1991
Ben
quiere a Anna, Madrid: Alfaguara, 1992
El
viejo John, Madrid: Alfaguara, 1992
La
abuela, Madrid: Alfaguara, 1992
Muletas,
Madrid: Alfaguara, 1992
Sofie cuenta historias: Alfaguara, 1998
Algo pasa en la librería: Santillana, 1999
Lena en el tejado: SM, 1997
Tía Tili hace teatro: Alfaguara, 2001
Con Clara somos seis: SM, 2005
Viaje contra el viento. SM, 2005
Algo pasa en la librería: Alfaguara, 2008
Hola abuelo, querida nieta. Destino, 2015
Uno de sus libros pertenece a un seminario sobre poética que dictó en la Universidad de Fráncfort: un libro enorme para entender los entresijos de la creación, El soldado español (Laia, 1988)
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Otros grandes retratos en este blog:
Interesantísimo y muy inspirador para uno que recién se adentra en la escritura de literatura infantil. Muchas gracias por compartir esta entrevista. Saludos!
ResponderEliminarMuchas gracias, Felipe, ahora que acaba de fallecer, es un motivo más para leerlo completo. Un saludo cariñoso
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